viernes, 5 de febrero de 2010

¡Hay que renovarse vieja amiga!


El mundo cambia. El arte, el cine, el deporte, las sociedades; prácticamente todos los ámbitos de la vida sufren variaciones con el paso del tiempo. Y la política no iba a ser menos. Podemos decir que el panorama mundial sufrió un cambio drástico con la llegada de Barack Obama a la presidencia de los EE.UU. Un punto y aparte con el que comenzábamos una nueva etapa. Dejando atrás el control del mundo por parte de los EE.UU., Obama solicitaba a todos los líderes políticos la puesta en marcha de un nuevo liderazgo marcado por el multilateralismo.

Esta nueva etapa, que se abría paso con el beneplácito de la opinión pública, coincidía en el tiempo con la eclosión definitiva de una serie de países. China, el gigante asiático, abría sus puertas al capitalismo y, pese a continuar siendo un régimen autoritario, lucharía cada vez más cerca de los EE.UU y Rusia. Además, una serie de países, los denominados emergentes (Brasil, India o Sudáfrica) alzaban su voz en el ámbito internacional.

Dentro de este cúmulo de cambios, nos toca analizar la Unión Europea. Los veintisiete veían con la llegada de Obama la oportunidad de dar el salto político definitivo. Ser uno de los líderes, como potencia política, que tirara del carro del desarrollo y la evolución mundial. Pero la realidad nos ha puesto en nuestro sitio. Pese a tener una de las monedas más estables, carecemos de otra serie de características fundamentales para liderar el cambio:

- Excesiva burocracia en torno a Bruselas.

- Ausencia de una cabeza visible de la Unión. Está el presidente del Consejo Europeo, el presidente de la Comisión Europea, el presidente del país que preside la Unión cada seis meses y el PESC (Alto representante para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión).

- La eterna discusión de si debe o no ampliar sus fronteras con la inclusión de más países.

- La siempre inoportuna independencia de sus países a la hora de posicionarse en diversas materias como es la política exterior.

- Lucha de egos, como pudimos ver ayer mismo con la frase rotunda del presidente francés Sarkozy (“Simplemente, queremos una Europa fuerte desde el punto de vista político y para que Europa sea fuerte desde el punto de vista político, Alemania y Francia deben trabajar juntos”).

A todo esto le sumamos el primer “toque internacional”: la negativa de Obama a visitar Madrid en la próxima cumbre UE-EE.UU. que se celebrará en Madrid. Una cumbre a la que Sarkozy dejaba por los suelos asegurando que “hay demasiadas cumbres, demasiados desplazamientos, demasiadas pérdidas de tiempo”.

Poco más que decir. El tiempo pasa, y los cambios continúan su curso. Europa debe, por su historia, valores y peso específico, estar en el grupo delantero. No vale ser menos. Y para ello, ¡hay que renovarse vieja amiga!. Hasta otra compañer@.

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